Cualquier escrito resulta más asimilable si disolvemos en él una pizca de humor. Internet no es el foro en el que triunfa quien adopta el tono más serio y envarado. Los usos de la Red favorecen más bien las relaciones espontáneas y desenfadadas, el trato sencillo. Se procura endulzar hasta los temas más ásperos trufándolos con alguna anécdota, aligerando hasta donde sea posible la expresión. Se agradece la capacidad de explicar y aclarar, pero también la de resultar afable, ameno y coloquial. La escritura en línea se parece más bien a una conversación entre amigos, muy lejos de la seriedad y formalidad del libro impreso.
Un buen ejemplo de cómo cambia el tono en Internet lo podemos encontrar en el blog de Paul Krugman (en inglés, hasta el año 2014 se publicaba también una versión en español). Estamos hablando de todo un catedrático de Economía de la Universidad de Princeton. Te puedes imaginar que si le concedieron el premio Nobel de economía en 2008 no fue precisamente por lo jocoso de sus publicaciones científicas sobre comercio y finanzas. Y sin embargo, cuando escribe en Internet no le parece que pierda su dignidad por adoptar un tono ameno y coloquial. Eso es lo que le permite acercar su conocimiento a cualquier ciudadano con una cultura media que quiera informarse sobre abstrusas cuestiones económicas.
Hasta un catedrático como Krugman, pasado por la Red, se vuelve menos catedrático. Podemos oírle hablar como si estuviera en su despacho con sus colegas o con un par de alumnos. Si alguien que ha publicado veinte libros es capaz de renunciar al tono circunspecto, supongo que no será demasiado el pedírnoslo a los demás.
En Internet se perdonan muchas cosas, pero nunca el aburrir.
[Alberto Bustos: Escribir un blog y que te lean]