Lusco es un viejo adjetivo que ha caído en desuso. María Moliner nos informa en su monumental Diccionario de uso del español de que significa ‘tuerto, bizco o cegato’.
Resulta curioso que posea un significado tan amplio. Se refiere prácticamente a todo el que tiene algún defecto en la vista sin llegar a ser ciego. El español actual carece de un vocablo capaz de cubrir todo este campo.
Proviene del latín luscus, que significaba ‘tuerto’ o también ‘medio ciego’. La palabra latina se formó sobre la misma raíz que lux (‘luz’). Es lusco quien ha perdido la luz de un ojo.
No es fácil encontrar ejemplos de su uso en castellano. Resulta que esta palabra no solo ha quedado anticuada, sino que nunca debió de tener demasiado éxito en nuestra lengua. Aparece en algunos textos de Alfonso de Palencia, allá por el siglo XV, como en su traducción de Plutarco:
(1) Afirman que Lycurgo fue ferido en el ojo, pero que no fue fecho lusco o tuerto [Alfonso de Palencia (traductor): Vida de los varones ilustres griegos y romanos de Plutarco].
Parece que en el ejemplo (1) el traductor se siente en la obligación de reforzar el término lusco con tuerto. Quizás no estaba seguro de que su público pudiera entender esta palabra sin una pequeña ayuda.
Encontramos también algún ejemplo aislado en fecha más reciente, como en esta novela de Concha Espina, ya en el siglo XX:
(2) Echaba espuma entre los labios y tenía el mirar lusco [Concha Espina: La esfinge maragata].
Sin embargo, la palabra luscus no debió de ser desconocida en el latín que hablaba la gente de a pie en la península ibérica. La prueba es que ha dejado descendientes en lenguas que no son el castellano. En gallego y portugués, tiene presencia sobre todo en las expresiones lusco-fusco o entre lusco e fusco. Estas se refieren al crepúsculo: esos minutos en que el sol no es visible, pero en el cielo se distingue la luz del día. En aragonés, lusco significa ‘crepúsculo’. ¿Y qué tendrá que ver todo esto con tuertos, bizcos y cegatos? Muy sencillo: esos son momentos de luz indecisa, en los que resulta complicado distinguir los objetos con claridad. No es que hayamos perdido la vista, pero a efectos prácticos es como si anduviéramos medio ciegos.
Como ves, lusco es una palabra modesta, que pasó por la historia de nuestro idioma sin pena ni gloria. Precisamente por eso merecía que alguien se acordara un poco de ella.