Musaraña

La musaraña es un simpático mamífero. Para quienes somos profanos en zoología, viene a ser como una mezcla entre ratón y comadreja.

Su nombre viene del latín mus araneus, que es lo mismo que ‘ratón araña’. Nuestros antepasados le dieron ese nombre porque antiguamente se creía que la musaraña (¡pobre!) era tan venenosa como las peores arañas.

El animalito en cuestión tiene otros dos nombres antiguos en castellano: musgaño y murgaño. Según Corominas, son otras otras tantas variantes que surgen de la expresión latina mus araneus. Sin embargo, la Real Academia Española propone como etimología una forma muricaneus de la que no se conservan testimonios escritos. Sea como sea, musgaño y murgaño conservan cierto uso para referirse a roedores. Además, murgaño también se emplea para nombrar a ciertos arácnidos conocidos como opiliones.

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Sobre la base de musaraña se ha formado una expresión idiomática: estar en las musarañas o pensar en las musarañas. Esto significa ‘estar despistado’. La clave para entender el origen de la expresión no hay que buscarla en los ratoncillos de que acabamos de hablar. Según nos informa Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana o española (1611), musarañas eran también “unas nubecillas que imaginamos en el aire”. Si las musarañas son nubes, estar en las musarañas viene a ser lo mismo que estar en las nubes.

El Diccionario de la lengua española incluye todavía hoy la idea de ‘nube’ entre las acepciones de la palabra, pero con una pequeña modificación. Según el diccionario académico, se trata de una “especie de nubecilla que se suele poner delante de los ojos”. O sea, que las musarañas-nubes han bajado a tierra desde la época de Covarrubias.

Además, en algunos países de América, hacer musarañas es hacer gestos con la cara, hacer muecas. Y en ciertas zonas, específicamente, son los gestos que hacemos antes de romper a llorar (lo que en mi variedad de español es hacer pucheros).

¡Parece mentira lo que nos ha dado de sí la musaraña con lo pequeña que es la pobre!