¿’Especie’ o ‘especia’?

Especie y especia son dos sustantivos que están muy cercanos por su forma y por su origen. Eso mismo da pie a que los confundamos. Tú no vas a caer en el error porque para eso estás leyendo este artículo del Blog de Lengua.

Una especie es una clase, un tipo, una variedad de algo. Por ejemplo, el capítulo IV de la famosa Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos de Andrés Bello se titula así:

(1) Varias especies de nombres

Como te puedes imaginar, el insigne gramático examina allí los diferentes tipos de sustantivos. También podemos hablar de especies animales, vegetales, etc. Al fin y al cabo, son tipos o variedades que diferenciamos.

Además, la expresión una especie de la utilizamos para referirnos a algo que viene a ser como cierta cosa, pero sin llegar a serlo del todo. Mira este ejemplo de Fernando Fernán Gómez (El viaje a ninguna parte):

(2) Se oyó una especie de sollozo.

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El ejemplo da a entender que se oyó algo que era como un sollozo, pero no terminaba de serlo. Si fuera un sollozo con todas las de la ley, sobraría el añadido una especie de.

Un pago en especie es el que se hace con mercancía, con objetos que te entregan (en lugar de utilizar dinero, que es lo habitual en nuestros días). Te lo ilustro con un ejemplo que tiene la ventaja de que explica el concepto. Lo tomo de Ernesto Krotoschin (Tratado práctico de derecho del trabajo):

(3) Pago en especie es toda remuneración que no consiste en dinero. El pago en especie suele consistir en el alojamiento (uso de habitación), la alimentación, la entrega de comestibles o combustible, etc.

También se puede utilizar la forma plural en especies:

(4) La progresiva sustitución del pago en especies por el salario no aumentó proporcionalmente la circulación de moneda en los campos; la población rural continuó alejada —total o parcialmente— de la demanda de productos manufacturados […]

Es un ejemplo de Jesús González M. y otros: La planificación del desarrollo agropecuario: un enfoque para América Latina.

Debemos evitar la expresión pago en especias. Esto es incorrecto. Para que alguien pueda hablar de pago en especias tendríamos que irnos a un caso que no es estrictamente imposible en el mundo, pero que no: no va a ocurrir. ¡Nadie te va a pagar en especias! Ni a ti ni a mí.

Las especias son sustancias de origen vegetal que sirven para aromatizar los alimentos. Me refiero a condimentos como la pimienta, la canela, la nuez moscada, etc. Mira cómo explica el concepto el lexicógrafo castellano Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana o española (1611):

(5) ESPECIAS, vulgarmente llamamos especias las drogas que vienen de las Indias, con que damos gusto y sabor a los guisados, como son clavos, canela, xengibre, pimienta y no solo estas, pero cualquier otra cosa medicinal que se vende en las boticas, de donde los boticarios se llaman en lengua toscana especiarios y los latinos los llaman venenarios […] y es assí que las especies son todas de su naturaleza calientes y si no se ministrassen con su moderación y justa dosis, podrían matar. Y porque en ellas ay diversos grados de calor, se llamaron especies, que difieren entre sí y concurren en el género. Y assí, quien va a la tienda por especias, pide quatro o diez maravedís de especias y en un papelillo le dan pimienta y clavos y açafrán, etc.

Si lees con atención, ya habrás notado que nuestro amigo Covarrubias mezcla especia y especie. ¿Qué ocurre? ¿No sabía hablar Sebastián de Covarrubias? ¡Que no cunda el pánico! Todo tiene una explicación.

Una y otra palabra proceden del latín species. Sin embargo, a lo largo de los siglos su uso se ha ido especializando. En el siglo XVII el uso todavía era vacilante. Sin embargo, en la lengua actual es inaceptable intercambiarlas.

Ya que estamos hablando de especias, vamos a fijarnos en algunas de ellas.

Canela

De pequeño, mi especia favorita era la canela. Me encantaba cuando mi madre la espolvoreaba por encima de un arroz con leche o de un tazón de natillas recién retiradas del fuego. Se suele combinar con dulces, pero también es deliciosa cuando se la añadimos a una carne asada.

La palabra canela la tomamos prestada del francés antiguo canele allá por el siglo XIII. Es un diminutivo de caña. Si te fijas la canela en rama viene abarquillada y es que la corteza del árbol de la canela, cuando se seca, recuerda a una especia de caña.

Por cierto, el árbol de la canela es el canelo. Hacer el canelo es lo mismo que hacer el primo, o sea, dejarse engañar fácilmente, ser un poco bobalicón.

En latín la canela se llamaba cinnamum. Pero la imagen de la cañita triunfó en las lenguas románicas y acabó desplazando a la denominación latina. En español, gallego y portugués se dice canela; en francés, cannelle; en catalán, canyella; y en italiano, cannella.

El latín cinnamum también tiene su historia. Era un préstamo del griego kínnamon. Los griegos, a su vez, habían aprendido la palabreja en cuestión de los fenicios.

El étimo cinnamum se ha perdido en las lenguas románicas. Curiosamente, donde ha triunfado es en las lenguas germánicas. En inglés es cinnamon. En alemán se dice Zimt, pero esta palabra es en realidad el resultado del desgaste de cinnamum:

(6) zinemin > zinment > zimet > Zimt

La canela es deliciosa en sí y de por sí, pero estoy seguro de que apreciarás mejor su aroma ahora que conoces el origen de su nombre.

Otra deliciosa especia es la albaca o albahaca.

‘Albahaca’ o ‘albaca’

La albaca o albahaca es una planta de la familia de la menta. Sirve para darles vida a los alimentos.

Esa secuencia inicial al- te indica que es un préstamo del árabe hispánico alḥabáqa. A nuestros ancestros se les trababa la lengua. Por eso, hoy día decimos albahaca en lugar de alhabaca, que es lo que es lo que debería haber salido de ahí.

Hubo un baile de sílabas por un fenómeno conocido como metátesis. Es el mismo que origen a murciélago a partir de murciégalo y cocodrilo a partir de crocodilo. En cambio, en catalán, todas las sílabas se han mantenido en su sitio. Se dice alfàbrega, con una variante alfàbega en valenciano y balear. En portugués encontrarás la forma alfavaca.

Las academias de la lengua admiten las variantes albaca y albahaca. Así intentan reflejar que hay dos pronunciaciones aceptables en la lengua culta: [albáka] y [albaáka].

La doble grafía -a-/-aha- se acepta también con marajá/maharajá (‘príncipe de la India’) y pitaya/pitahaya (‘cierto tipo de cactus y el fruto que este produce’). Para esta última, el Diccionario de la lengua española recoge incluso una variante pitajaya.

Nosotros hemos tomado la palabra albahaca o albaca del árabe. En cambio otras lenguas europeas se desplazaron a Grecia para ponerla nombre a la planta. En italiano es basilico, en francés basilic, en alemán Basilikum, en inglés basil, en esloveno bazilika, en húngaro bazsalikom, etc.

Detrás de todas estas denominaciones se esconde la palabra griega basileus (‘rey’). ¿Por qué? Porque el aroma de esta planta es digno de reyes.

Llegados a este punto, nos viene como anillo al dedo el artículo se Sebastián de Covarrubias sobre la albahaca:

(7) ALBAHACA, yerua y mata conocida [en latín como, A. B.] basiliscum del nombre Griego basilikon, cosa real, por ser su olor tan excelente que puede ser Rey de los demás olores o lleuarse a los palacios de los Reyes. Es nombre arábigo: aluahaca, vehecum, del verbo veheca, que sinifica ‘penetrar el celebro con suaue olor’.

Ya ves que Covarrubias menciona la forma latina basiliscum. Esto es así porque en latín se produjo un cruce con el basilisco. En la Antigüedad se creía que este animal fabuloso mataba con la mirada a todo el que se le ponía por delante (cuando me pongo hecho un basilisco, soy capaz de eso y más). Basilisco significa en griego ‘reyezuelo’. Los romanos creían que la albahaca era el antídoto que contrarrestaba el veneno del basilisco.

¡Vamos con la mortadela!

Mortadela

Te estarás preguntando qué pinta aquí la mortadela si estábamos hablando de especias. ¡Todo tiene una explicación!

La mortadela es una de tantas aportaciones que el mundo le debe a Italia. El nombre de este sabroso embutido es en realidad un diminutivo. Procede del latín murtatum, que significa ‘sazonado con mirto’.

Hoy día las especias no nos llaman la atención. Si abres la despensa de cualquier cocina, vas a encontrar pimienta, clavo, canela, nuez moscada y muchas más. Sin embargo, en la Europa antigua estos condimentos eran productos de lujo que había que importar desde Asia. A la gente siempre le ha gustado condimentar sus alimentos. Por eso, recurrían a cualquier ingrediente que tenían a mano.

En Europa abunda el mirto, que es un arbusto aromático. Ante mis ojos inexpertos, se parece mucho al boj. Un amigo con conocimientos de botánica me enseñó hace años un hermoso truco para diferenciarlos. Si acaricias una rama de mirto, se desprende al instante un aroma delicioso. Las bayas de mirto también son aromáticas. Por eso se utilizan desde tiempos inmemoriales para condimentar.

Los romanos aderezaban sus embutidos con bayas de mirto. Joan Corominas y José Antonio Pascual citan en su Diccionario crítico-etimológico castellano e hispánico un fragmento de la Historia natural donde Plinio el Viejo menciona a los antepasados de la mortadela. En lugar de la cita latina, yo voy a utilizar aquí la traducción de Jerónimo de Huerta (1629), que es la primera en lengua castellana:

(8) La naturaleza de los çumos tiene principal admiración en el arrayhán [mirto, nota A. B.] porque de solo él se hazen dos diferencias de azeyte y de vino. También el mirtidano [una bebida, nota A. B.], como ya diximos. Y entre los antiguos se usó de otra manera de las vayas, antes que se hallasse la pimienta, sirviendo en lugar della. También se tomó de aquí cierto nombre de un generoso guissado, el qual aun aora se llama mirtado. Y con el mismo origen se alaba el sabor gustoso que le da a la carne del puerco, añadiendo muchas vezes mirtos para la salmuera.

Así que ya sabes: la mortadela es en realidad mirtadita o, para decirlo con palabras que sí existen en nuestro idioma, un embutido con gustito a mirto.

Por cierto, a mí la mortadela siempre me recuerda a Mortadelo y Filemón, que eran mis personajes de tebeo favoritos cuando era pequeño. Se los debemos al genial Francisco Ibáñez. Evidentemente, Mortadelo se llama así porque con ese cuerpo alargado que tiene se parece a una mortadela. ¡Cuánto habré disfrutado yo con los cuentos de Mortadelo y Filemón!