La lengua medieval
El participio latino era más complejo que el nuestro. Los verbos castellanos cuentan con un único participio (las famosas formas amado, comido, vivido). En cambio, en latín existían diferentes tipos de participio. Uno de ellos era el denominado participio de presente. Inicialmente, este sobrevivió al paso del latín al castellano. Todavía tenía uso a finales de la Edad Media. Te muestro un ejemplo que extraigo del Libro de amor e amicicia del Tostado. Es una obra del siglo XV a la que llego gracias al corpus histórico CORDE:
(1) Acemitio Çipo, teniente la dignidat de la romana pretura, vestido de purpura, saliente por una puerta de la çibdad acontesçio nueva manera de maravilla & sennal nunca en los tiempos passados oida.
El ejemplo contiene dos participios de presente:
- teniente
- saliente
Como ves, terminaban en -nte. En castellano antiguo, los participios de presente eran verdaderas formas verbales. Eso se nota porque podían tomar complementos. En el ejemplo te he resaltado en negrita el participio junto con su complemento. En ese contexto particular, teniente la dignidad equivale a lo que hoy expresaríamos así:
(2) que tenía la dignidad
Algo parecido ocurre con saliente por una puerta. En ese contexto, equivale a decir esto otro con nuestras estructuras actuales:
(3) cuando salía por una puerta
Por cierto, el Tostado fue un autor enormemente prolífico, hasta el punto de que la siguiente expresión ha pasado a formar parte de la lengua coloquial:
(4) Escribe más que el Tostado.
Es una forma de referirse a alguien que escribe largo y tendido.
La lengua actual
Los antiguos participios de presente perdieron su carácter verbal en el paso a la lengua clásica. Los que sobrevivieron quedaron reducidos a simples sustantivos o adjetivos. El resultado fue que nos quedaron como herencia palabras como las siguientes:
(5) paciente
(6) reluciente
(7) presidente
(8) cantante
(9) amante
(10) andante
Esas palabras prosiguen su carrera en el idioma como sustantivos o adjetivos, pero están muertas como verbos. Por eso, en la lengua actual no procede hablar de participios de presente. Si en algún momento te topas con alguien que utiliza la categoría de participio de presente para la lengua de nuestros días, huye de allí a toda velocidad: o bien te está tomando el pelo, o bien no sabe de lo que está hablando (probablemente, las dos cosas al mismo tiempo).
¿En qué se nota que formas como paciente o reluciente han dejado de ser participios? En primer lugar, han perdido la capacidad de tomar complementos. Vamos a comparar cómo se comportan, por un lado, un verdadero verbo y, por otro lado, una de estas formas. El verbo cantar admite un complemento que expresa aquello que se canta:
(11) Un señor cantó Asturias, patria querida.
En el ejemplo anterior, Asturias, patria querida es el complemento que indica lo que cantó el señor. En la lengua actual existe el sustantivo cantante, que es el resultado del naufragio de los antiguos participios de presente. Sin embargo, cantante y formas similares rechazan los complementos. Hoy día, nadie entendería construcciones como la siguiente manera (a diferencia de lo que ocurría en la época del Tostado):
(12) Un señor cantante Asturias, patria querida se puso en pie.
Además, a los antiguos participios de presente se les nota en otro detalle que han perdido su naturaleza verbal y que se han pasado definitivamente al bando de los sustantivos y adjetivos. El participio de presente rechazaba las terminaciones de género. En cambio, en nuestros días algunas de estas palabras ya aceptan la doble terminación:
(13) el dependiente/la dependienta (‘empleado de un comercio’)
(14) el cliente/la clienta
(15) el infante/la infanta (‘hijo o hija del rey, pero que no hereda el trono’)
(16) el presidente/la presidenta
Que no te tomen el pelo
Si acudes al Diccionario de la lengua española, comprobarás que estas palabras se recogen con su doble terminación. Si alguna vez te han explicado que es incorrecto formar femeninos como los de arriba, lamento insistir en la siguiente idea: quien lo afirmaba, o bien no sabía de lo que estaba hablando, o bien te estaba tomando el pelo (probablemente, las dos cosas al mismo tiempo). Algunos de estos femeninos existen desde la Edad Media. Piensa en la palabra infanta. Ese término lo vienen usando las monarquías hispánicas desde la Edad Media. Te muestro un ejemplo que extraigo de un documento notarial del siglo XIII gracias al CORDE:
(17) E nos el sobredicho rey don Sancho, regnant en uno con la reyna doña Maria mi mugier, e con la infanta doña Ysabel, nuestra fija primera e heredera, […] otorgamos este privilegio e confirmamoslo.
Sí es cierto que otras palabras del grupo admiten una única terminación que sirve para los dos géneros:
(18) el/la estudiante
(19) el/la agente
(20) el/la vigilante
Nos hallamos, simplemente, ante una particularidad que resulta de los azares de la historia.
Las formas en -nte son los restos del naufragio de los antiguos participios de presente. Constituyen un grupo limitado y cerrado. El diccionario las registra porque el hecho de que existan o no resulta imprevisible, a diferencia de las auténticas formas verbales. Piensa en el infinitivo (amar), el gerundio (amando) y el verdadero participio (amado): todos los verbos cuentan por fuerza con tales formas. En cambio, para algunos verbos encontrarás formas en -nte, pero para otros no. De cantar tenemos cantante, pero a partir de remar no se puede formar remante. Tampoco existen formas en -nte para triturar, comer, abrir y la mayoría de verbos de nuestro idioma. Es más, cuando se inventan verbos nuevos, es completamente imposible asignarles formas en -nte. Piensa en verbos como escanear, clicar, etc. El conjunto de formas en -nte ya no admite nuevos miembros. Cuando una de estas palabras se pierde, el grupo se encoge sin remedio.