Los primeros pronombres que conviene estudiar son los que funcionan como sujeto. Existe una sencilla prueba para identificar el sujeto de una oración. Te la muestro a continuación.
En lecciones independientes, reviso el inventario de pronombres que pueden funcionar como sujeto. Me fijo en una característica que permite diferenciar dos grandes grupos dentro de los pronombres personales del español: la presencia o ausencia de golpe de voz. Más adelante, haré hincapié en cierto rasgo que une al español con el latín y que lo diferencia de lenguas europeas actuales como el inglés, francés y alemán. Por último, en artículos que publicaré más adelante, iré revisando uno a uno los diferentes pronombres que ejercen la función de sujeto.
Una característiva distintiva de los pronombres que funcionan como sujeto es la variación. Esta se concentra en la segunda persona. Algunos hablantes diferenciamos un plural de confianza (vosotros) frente a otro de respeto (ustedes). En cambio, otros emplean la forma ustedes tanto para confianza como para respeto. Estos últimos son mayoritarios. Y no solo eso, para entender los pronombres de segunda persona, es imprescindible saber que para un gran número de hablantes de nuestro idioma, la forma empleada es vos.
Iré mostrando el origen de esas variaciones en los artículos que dedicaré a los pronombres individuales. Acompáñame. Vamos a comenzar nuestro recorrido.
El pronombre como sujeto
Los pronombres que funcionan como sujeto son los primeros que acuden a la mente cuando pensamos en la noción misma de pronombre. Ahí se sitúan formas como tú o yo. Te muestro un ejemplo muy simple con el pronombre yo como sujeto:
(1) Yo quiero diversión.
¿En qué se nota que el pronombre yo asume la función de sujeto en el ejemplo anterior? Voy a compartir contigo una sencilla prueba que te sacará de dudas en múltiples ocasiones. Atención: Esto es importante.
La prueba definitiva para desenmascarar al sujeto
A menudo no está claro cuál es el sujeto de una oración. Sin embargo, si quieres escribir correctamente, es fundamental que captes la estructura de las oraciones con las que expresas tu pensamiento. La prueba se basa en el siguiente principio:
El verbo concuerda siempre en número con su sujeto (y no al revés).
Este principio se cumple en nuestro ejemplo. El pronombre yo está en singular. Su verbo está en ese mismo número: quiero. No obstante, el sustantivo diversión también está en singular. Imaginemos que no sé cuál es el sujeto. ¿Cómo demuestro que esa función la ejerce el pronombre y no el sustantivo? Ahí es donde entra en acción nuestra prueba. Es esta:
Cambia el número del posible sujeto.
Si el posible sujeto está en singular, pásalo al plural. Y, al revés, si el candidato a sujeto se encuentra en plural, conviértelo en singular. En cuanto modifiques el número del sujeto, el verbo tendrá que seguirlo en este cambio. En mi ejemplo, el pronombre yo está en singular. Voy a pasarlo al plural, a ver qué ocurre:
(2) Nosotros queremos diversión.
Ahí lo tienes: en cuanto el pronombre se desplaza al plural, el verbo va detrás cual perrillo faldero. Te resumo el cambio que se ha producido:
(3) yo > nosotros
quiero > queremos
A mí me gusta comparar este comportamiento con el del sol y la luna. El sol alumbra con luz propia. De la misma manera, el sujeto posee su propio número. Por su parte, la luna se limita a reflejar la luz que recibe prestada del sol. Es lo mismo que hace el verbo con el número del sujeto.
La prueba me muestra que yo es el sujeto, pero vamos a terminar de asegurarnos. ¿Qué ocurre ahora si pongo el sustantivo diversión en plural?
(4) Yo quiero diversiones constantes.
Ahora, el verbo no se mueve de donde estaba: se mantiene en singular. Eso demuestra de una vez por todas que el sujeto es yo y no diversiones.
Quiero hacerte una confesión
Te voy a hacer una confesión. A mí me gustaría que esta parte de la gramática se enseñara mejor en las escuelas. Cuando yo era pequeño, me contaban que el sujeto y el verbo concuerdan en número. Sin embargo, esa explicación está incompleta. Dicho así, da la impresión de que el uno concuerda con el otro y el otro con el uno (o sea, que todo da igual). Sin embargo, como acabas de comprobar, se trata de una relación orientada: va del sujeto hacia el verbo y no al revés.
Afinando esta explicación, se consigue mejorar inmediatamente las concordancias verbales. Estas constituyen uno de los principales retos gramaticales para muchos hablantes (y, sobre todo, para muchos escritores). Es uno de los beneficios que vas a percibir en cuanto aprendas a identificar el sujeto de manera inequívoca.