El mayor peligro para un escritor no es que le copien. No es que unos piratas desalmados se adueñen de sus escritos sin pagar. No es que se aprovechen de sus ideas sin citarle. No es que el oficio no dé dinero. El mayor peligro para un escritor es que no le lean.
La mayoría de los escritores del mundo sucumbe a este peligro. Para siempre. No por falta de talento. No por falta de ideas. No por falta de voz.
En la era de la imprenta había en esto algo de necesario. El papel pesaba, costaba, ocupaba espacio. Sin el altavoz de una imprenta, de una editorial, de un medio de comunicación, tu voz solo se dejaba oír en el círculo inmediato de tus amigos, de tus conocidos, de tus familiares. No era por falta de ideas, insisto. No era por no saber expresarlas. Era así y todos entendíamos que tenía que ser así.
En la era digital las cosas han cambiado. Las ideas viajan a la velocidad de la luz apoyadas en impulsos eléctricos que se parecen a ellas por la ligereza, por la rapidez, por su condición inmaterial. Si tienes ideas, si tienes algo que decir, dilo y publícalo cuanto antes. Es la única forma de escapar al peligro.
Este artículo forma parte del libro Escribir un blog y que te lean.