Los nombres Austria y Australia suenan muy parecidos, aunque estos dos territorios se sitúan en extremos opuestos del mundo y no tienen, en principio, demasiado en común. Pues bien, estos dos topónimos están relacionados y no están relacionados.
Austria se llama en alemán Österreich. Es fácil reconocer aquí dos raíces germánicas (si se sabe alemán, claro): por un lado, Ost, que significa ‘este, oriente’; y, por otro, Reich, o sea, ‘reino’. Este país centroeuropeo es etimológicamente el ‘reino del oriente’. Se le dio este nombre porque se hallaba en el extremo oriental del Imperio carolingio. La forma Austria es una latinización a partir del nombre germánico.
En cambio, Australia se deriva del adjetivo latino australis, que significa ‘del sur’. Este, a su vez, está construido sobre auster, que era la denominación de los romanos para el viento del sur (nosotros, en español, lo llamamos austro). Los filósofos de la Antigüedad, después de echar sus cuentas, habían llegado a la conclusión de que tenía que haber un continente desconocido en el sur. ¿Por qué? Muy sencillo: tenía que estar ahí para servir de contrapeso a las tierras conocidas. Si no, no había forma de explicar que la Tierra se mantuviera equilibrada. El nombre de ese continente mítico era terra australis incognita, que viene a ser lo mismo que ‘el territorio desconocido del sur’.
El último continente descubierto por los europeos se llamó primero Nueva Holanda. Sin embargo, la idea de aplicarle el nombre de la vieja terra australis estaba servida. Finalmente, en el siglo XIX se impuso Australia, con una terminación -a adaptada a las de los otros continentes: Europa, África, América y Asia.
Austria y Australia reciben su nombre de dos puntos cardinales diferentes: el este y el sur. Por tanto, podemos afirmar que estos dos topónimos no están relacionados. No obstante, si seguimos escarbando, descubriremos que sí hay una relación, aunque lejana. Ost ‘este’ y auster ‘viento del sur’ proceden muy probablemente de una misma raíz indoeuropea: *aus, que debió de significar ‘brillar’, sobre todo por la luz del amanecer. Encontramos la raíz *aus, por ejemplo, en aurora. El asterisco que le he puesto delante es una convención que utilizamos los lingüistas para indicar que una forma es hipotética. No existe ningún documento escrito de la antiquísima lengua indoeuropea. Solo hemos conseguido llegar a algún conocimiento sobre ella por reconstrucción.
En fin, esta ha sido la historia de los nombres Austria y Australia, que no están relacionados, pero en el fondo sí que lo están, como les pasa a tantas cosas del mundo.