Antiguamente, tomar café era fácil: podías pedir uno solo, con leche, cortado y poco más. Esas eran las denominaciones más comunes en mi país (España), aunque estas pueden variar y, de hecho, varían de unos países a otros e incluso de unas regiones a otras sin necesidad de salir del país. Sin embargo, la ortografía cafetera se nos está complicando por momentos debido a todas las especialidades que estamos importando de Italia y otros países. Estas suelen traer incorporado el nombre que les otorgaron sus ingeniosos creadores. Uno de estos tipos de café es el capuchino. ¿O deberíamos escribir capuccino? Espera… ¿no será más bien cappuccino?
El capuchino se puede preparar de muchas formas. Típicamente, consiste en un café expreso al que se le añade espuma de leche (o, más bien, microespuma de leche). Es una bebida que nos llega de Italia. Su nombre procede del italiano cappuccino (sí, las consonantes que he destacado en negrita van por pares). En italiano, esta forma es un diminutivo: es una capuchita. Es pariente de nuestros sustantivos capucha, capuchón, capuz, capucete, capuceta, capucho y capa. Todas estas palabras proceden del latín tardío cappa.
El significado del sustantivo latino cappa sufrió una evolución curiosa. En un primer momento, se refería a la pieza de tela que cubría la cabeza (o sea, era el equivalente de nuestra actual capucha). Después creció por debajo y empezó a usarse para nombrar una capa con capucha incorporada. Por último, adquirió su significado actual para referirse a la prenda de vestir que hoy conocemos como capa. Te puede interesar el artículo sobre braga, donde comprobarás que estos desplazamientos textiles son habituales en la evolución histórica del léxico.
Sin embargo, el actual café no toma su nombre de las capuchas ni de las capas, sino de los frailes capuchinos. Cuando se creó esta orden en 1525, sus integrantes adoptaron un hábito que se inspiraba en las vestiduras de san Francisco, las cuales se conservan todavía en la ciudad italiana de Asís. El detalle más llamativo del hábito de estos frailes es su capucha y de ahí es de donde toman su nombre. Sin embargo, el vínculo con el café no viene por la pieza que cubre la cabeza, sino por el color de estos ropajes, que se acerca bastante al de un café con leche.
El nombre de la especialidad cafetera se ha castellanizado como capuchino. Esta es la forma correcta y, sin duda, la más adecuada. No obstante, las Academias de la Lengua no tienen mayor inconveniente en que eches mano del término italiano original (cappuccino), siempre que lo destaques en cursiva para que quede claro que es un extranjerismo. Así y todo, yo no te lo recomiendo. Nueve de cada diez veces, cuando me lo encuentro escrito por ahí, lo que aparece no es la grafía italiana original, sino la variante semiculta capuccino. La pe que falta sirve, más que nada, para mostrar que anda uno tan apurado de ortografía como sobrado de ínfulas.
Y ya que hablamos de café, aprovecho para aclarar que puedes escribir café expreso o café exprés. En la línea de lo que acabamos de explicar, incluso puedes utilizar la forma italiana espresso a condición de que la destaques en cursiva. Nuevamente, lo que no se puede ni se debe es mezclar la ortografía española e italiana para convertir esta palabra en expresso. Es un vicio que está muy extendido en los bares de mi querido país. Cada vez que lo veo, yo me pregunto: Si no se molestan ni en escribirlo bien, ¿qué esmero pondrán en prepararlo?
En fin, espero no haberte desvelado con tanto café. Para que no te quite el sueño la ortografía, recuerda: te conviene quedarte con las formas más sencillas, es decir, las castellanizadas.
Este artículo es mi respuesta a una pregunta de mi querido amigo Ramón, que se pirra por todas estas pijaditas con cafeína.