Comunicar con un público es mucho más que transmitir ideas. Cada vez que nos ponemos delante de un grupo de personas para hablar, nos van a juzgar en dos planos diferentes. El primero es el plano objetivo. Se va a valorar la información que estamos proporcionando, la claridad, la precisión, la corrección gramatical… Todo eso está muy bien, pero estás muy equivocado si te crees que ahí termina todo. Si la comunicación fuera simplemente eso, no habría necesidad de presentaciones orales. Sería más fácil informarnos por escrito.
Aquí es donde entra en juego el segundo plano, el de lo subjetivo. Las personas que están escuchándonos y mirándonos están calibrando constantemente la simpatía o el rechazo que despertamos en ellos, nuestra capacidad para conectar con ellos como seres humanos, en definitiva, nos están valorando como personas, con todo lo que eso implica.
La mirada es fundamental para crear la conexión. Cada mirada a uno de los integrantes del público es una oportunidad de cautivar, de seducir, de convencer. Y hay que empezar lo antes posible. Mientras estás esperando para empezar a hablar, no te dediques a revolver en tus papeles o a charlar con los otros miembros de la mesa. Empieza a prestar atención a tu público. Estás allí por ellos y para ellos. Obsérvalos. No se trata solamente de mirar: tienes que verlos. Así se darán cuenta de que son importantes para ti.
Una vez que empieces a hablar, no dejes que la mirada se pierda en el vacío o se concentre en tus notas (¡no leas!). Mira al público, pero no te limites a abarcarlo de forma general. Además de eso, tienes que dedicar momentos de atención únicos e individuales a cada una de las personas que están compartiendo ese momento contigo. Algunas miradas serán rápidas (un simple toque de atención: te he visto y sé que estás ahí, existes para mí); otras se detendrán un poco más en su destinatario. En ocasiones, incluso, tendremos que remachar el discurso concentrando toda la atención en una persona determinada.
Tu mirada es una herramienta preciosa para conectar con tu público. No la desperdicies.
Y si quieres, hasta podemos resumirlo todo en una frase: si tú no los miras, ¿cómo quieres que ellos te escuchen?
Este es uno de los diez errores garrafales que puedes evitar en una presentación oral.