Superferolítico

Superferolítico, ca es un adjetivo curioso. Se puso de moda en España allá por mi juventud. Ya llevaba tiempo sin oírlo, pero me preguntan por él y eso me ha hecho recordarlo con cariño.

El Diccionario de la lengua española (23.ª edición) lo recoge como adjetivo festivo y coloquial. Solamente por eso, ya merece la pena detenerse en él. Se utiliza para referirse a personas o cosas que se pasan de finas, que son excesivamente delicadas (hasta llegar a la afectación). Contiene un matiz peyorativo-burlesco: es una manera de pitorrearse un poco de quienes se pasan de finos (o fisnos, que diríamos en estos casos). Vamos ilustrar su uso con el siguiente ejemplo, que tomo del literato español Gonzalo Torrente Ballester:

Mudando lo mudable, su tesis puede aplicarse, y de hecho la vamos aplicando a la vida nacional, en la que lo grosero se codea con lo superferolítico, cuando no se amalgaman en unidades de difícil discernimiento.

Gonzalo Torrente Ballester: Torre del aire

Torre del aire es una recopilación de artículos que don Gonzalo fue publicando en la prensa a lo largo de los años. En este ejemplo critica algo que él ve como un rasgo típico de la vida social española: la gente tiende a comportarse de manera un tanto tosca al mismo tiempo que tratan de dárselas de finos. Nótese el elemento hiriente, sarcástico, que introduce el adjetivo en cuestión.

Joan Corominas explica en su Diccionario crítico-etimológico castellano e hispánico que los primeros ejemplos de superferolítico se documentan en la Cuba de principios del siglo XX. Desde allí se va extendiendo a otros países. El adjetivo procede de firuletes, que son adornos superfluos y de mal gusto. A su vez, este sustantivo se forma sobre floretes. Etimológicamente, los firuletes son flores, adornos, filigranas que introducimos en el habla, en el vestir, en el comportamiento, etc. Pretenden ser refinados y elegantes, pero consiguen todo lo contrario. Lo ejemplifica a la perfección el autor argentino Alejandro Dolina:

Los músicos que pactan con el diablo alcanzan siempre una dimensión genial. No ocurría así con Anselmo Graciani. Su exigencia ante Lucifer fue poder tocar como deseaba y soñaba, y los anhelos musicales de Graciani eran vulgares. Cierto es que despachaba la variación de “Canaro en París” con los ojos cerrados. Pero mas allá de las compadradas acrobáticas su estilo era banal y relamido, asolado por innecesarios firuletes de cumpleaños.

Alejandro Dolina: Crónicas del Ángel Gris
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El músico Graciani introduce adornos superfluos, cursis, cada vez que se pone a tocar. Estos resultan más propios de una fiesta infantil que de un escenario donde actúa un profesional.

Firuletes es una palabra de origen gallegoportugués. Corominas ve probable que la introdujeran en América los inmigrantes gallegos o portugueses. A partir de ella, se desarrolló en Cuba el adjetivo firulístico, que se aplica a esas personas que introducen eses en final de sílaba por hipercorrección. Firulístico no está recogido en el Diccionario de la lengua española, pero sí lo encontrarás en el Diccionario de americanismos con la siguiente definición:

Referido a persona o cosa, que tiene apariencia de elegancia o refinamiento pero resulta ridícula.

Asociación de Academias de la Lengua Española: Diccionario de americanismos

Localizo un ejemplo de uso en una obra de la autora puertorriqueña Sofía Irene Cardona:

[…] mi nombre es un poco cursi. Qué hago yo con un nombre tan firulístico. Qué ridícula voy por el mundo con este nombre de niña mimada.

Sofía Irene Cardona: Fuera del quicio

Estos fenómenos se dan fácilmente en variedades lingüísticas en que las eses finales se debilitan. Si tiendo a pronunciar e’tupendo, lo’ niño’, etc., corro un peligro evidente en cuanto me da por hablar fino. Voy a empezar a soltar eses por todas partes, vengan a cuento o no. Por eso en España, coloquialmente, decimos que alguien es muy fisno cuando se quiere presentar como muy refinado, pero se delata como todo lo contrario (supongo que en otros países también se utiliza esta variante jocosa). El cómico malagueño Chiquito de la Calzada explotó como recurso humorístico esta tendencia a colar eses o erres de clavo en medio de las palabras. Era uno de los rasgos de su disparatada forma de hablar.

A partir de firulístico se desarrolló una variante más recargada todavía superfirulístico y de ahí es de donde sale nuestro actual superferolítico.

Este artículo es la respuesta a una pregunta que me planteó Amalia, una apreciada suscriptora del boletín gratuito del Blog de Lengua. Yo lo he planteado con la mejor de las intenciones y he procurado explicarlo con la mayor sencillez del mundo. Espero que el resultado no haya sido superferolítico, firulístico, superfirulístico ni recargado de firuletes.