Acento ortográfico frente a acento prosódico

La palabra acento es polisémica. En el sentido que nos ocupa en esta entrada, tiene dos significados: uno referido a la escritura y otro a la pronunciación. Por un lado, nos podemos referir con ella al trazo oblicuo que se marca sobre algunas vocales en la escritura, como en habló. Por otro lado, sirve para denominar a la especial fuerza con que se pronuncia una sílaba determinada de una palabra, como ocurre al pronunciar la sílaba -bló del ejemplo anterior.

Cuando alguien nos pregunta si solo tiene acento o si las mayúsculas llevan acento, por lo general se está refiriendo a la primera acepción, la que tiene que ver con la escritura. Existen para ella dos nombres técnicos que la designan inequívocamente: acento ortográfico y acento gráfico. Estas denominaciones específicas coexisten con la de tilde, que es más frecuente aunque menos precisa, ya que puede aplicarse también al trazo ondulado que corona la eñe. No obstante, la denominación tilde por lo general nos sirve para entendernos. El único acento gráfico que tiene uso en español es el denominado acento agudo, que es el que va de izquierda a derecha, como si dijéramos echado para adelante, véase: á, é, í, ó, ú. Es un error utilizar el denominado acento grave, que discurre en sentido contrario (ò), y, por supuesto, el circunflejo (ô).

El acento en cuanto que especial hincapié en la pronunciación de una sílaba se denomina específicamente acento prosódico (el tecnicismo prosódico viene a significar aquí algo así como ‘de la pronunciación’). Todas las palabras, cuando se pronuncian aisladas, tienen acento prosódico. Lo normal en español es que una palabra contenga uno solo. La excepción son los adverbios terminados en -mente, que tienen dos. Esta excepcionalidad en la pronunciación es la que justifica que sigan una regla particular de acentuación gráfica.

La presencia de un acento en el plano fónico no siempre se marca en la escritura. Se hace, por ejemplo, en el caso de habló, pero no en el de hablo. Para decidir qué vocales se tildan y cuáles no, existen unas reglas que son convencionales y que dividen a las palabras en cuatro grandes grupos: palabras agudas, llanas, esdrújulas y sobresdrújulas. Estas son las reglas generales, que constituyen el núcleo del sistema. Se complementan con otras reglas particulares para acentuación de los diptongos, de los triptongos y de los hiatos. Los monosílabos no se acentúan gráficamente, salvo casos de tilde diacrítica.

Entre el acento ortográfico y el prosódico se da una relación asimétrica. Una tilde siempre indica que la sílaba correspondiente se pronuncia con acento prosódico. El acento prosódico, en cambio, no siempre tiene reflejo en la escritura. Así, no hay ningún signo que nos indique explícitamente que la sílaba acentuada en la pronunciación de comer es la última. Y, sin embargo, nos basta con leer esta palabra para saber que esto es así. Esto se explica porque las reglas de acentuación gráfica están formuladas de tal modo que permiten saber siempre a partir de la escritura en qué sílaba recae el acento prosódico. Gracias a ello, podemos pronunciar correctamente una palabra con la que nos topemos en la lectura aunque nunca la hayamos oído.

Las reglas de acentuación ortográfica del español constituyen un sistema amplio y complejo. Para darse cuenta de ello no hay más que intentar escribir un texto acentuando correctamente o ponerse a corregir exámenes como estoy haciendo ahora mismo. Pero no es ese, ni mucho menos, el único sistema amplio y complejo con el que nos enfrentamos en nuestra vida. Por poner solo un ejemplo, no creo que las reglas del fútbol tengan nada que envidiarles a estas en amplitud y complejidad y, sin embargo, me consta que muchos de mis estudiantes las dominan a la perfección aunque no atinen a poner una tilde en su sitio. Todo es cuestión de interés.

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2 comentarios en “Acento ortográfico frente a acento prosódico”

  1. Hemos llegado a un punto que hasta a los que supuestamente se nos daba bien escribir sin pequeñas faltas de ortografía estamos empezando a tener dudas y a cometer errores. La blogosfera es una enorme caos de gente que escribe como le da la gana y que no se avergüenza de hacerlo. Hay un movimiento en los blogs de literatura apoyando la buena redacción de las entradas y comentarios, pero, por desgracia, me encuentro con que ninguno de ese círculo entra o habla de un blog cómo este, que debería ser de lectura obligatoria.
    Yo disfruto mucho leyendo las entradas; las absorbo con gula, aunque a veces me resultan complicadas (estoy oxidado y no pertenezco a esa rama del saber). Me ha gustado esta entrada en particular: ¡necesito “ponerme al día” con los acentos!

  2. Alberto:
    Retorno a lo cotidiano y al sol de Extremadura. Buena época para disfrutar de la buena fruta.
    Y de nuevo a contemplar tus certeras enseñanzas y a enfrentarnos a las frecuentes paradojas entre lo que dice la norma y lo que a veces escriben y hablan los considerados profesionales de la palabra. Acaba de aparecer en las librerías un libro de Carlos Fuentes “La gran novela latinoamericana” dice el autor al principio del capítulo dedicado a Borges: «… Borges me hizo sentir que escribir en español era una aventura mayor, e incluso un mayor riesgo que escribir en inglés. La razón es que el idioma inglés posee una tradición ininterrumpida, en tanto que el castellano sufre de un inmenso hiato entre el último poeta del Siglo de Oro, que fue una monja mexicana del siglo XVII, Sor Juana Inés de la Cruz, y el siguiente gran poeta, que fue Rubén Darío, un nicaragüense andariego de fines del siglo XIX; y una interrupción todavía más grande entre la más grande novela, la novela fundadora de Occidente, “Don Quijote”, y los siguientes grandes novelistas, Galdós y Clarín, en el siglo XIX.»
    ¡Bien venido, amigo! Y gracias por la luz.
    Un abrazo,
    Cecilio

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