Soluciones: ultracorrección

Vamos a ver cómo había que solucionar el ejercicio de ultracorrección. Cada caso resuelto vale un punto. En el ejercicio solo se te pedía que arreglaras lo que estuviera mal. Yo además voy a dar alguna explicación.

Don Estanislado Estanislao [1] González era persona excéptica escéptica [2] por naturaleza. No se solía fiar de las noticias que leía en la prensa ni tampoco de lo que le contaba la gente. Por ejemplo, últimamente se hablaba mucho en los medios de comunicación sobre los riesgos de deflacción deflación [3] a los que se enfrentaba la economía europea. Pues bien, él no se conformaba con creerse las explicaciones de periodistas y economistas, sino que necesitaba comprobar si existía algún tipo de conección conexión [4] entre los datos aportados y la realidad circundante o si, más bien, se estaba enfrentando a información espúrea espuria [5]. Para ello decidió hacer una prueba que consistía en comprar cada semana un cuarto de kilo de lengüado lenguado [6] en la misma pescadería para observar la evolución de su precio a medio plazo.

En otra ocasión arrancó los geráneos geranios [7] de su vecina para asegurarse de que tenían raíces. Como es de imaginar, ella se puso como un basilisco, pero él le la [8] acusó de crédula y oscurantista. Y además le dijo que lo que le extrañaba era que no los hubiera arrancado ella misma para ver lo que pasaba por debajo de la tierra.

Otro día les ordenó a sus hijos: “Dejad ahora mismo lo que estéis haciendo y venidos veníos [9] conmigo, que vamos a medir el perímetro de la Tierra”. El pequeño, que ya estaba harto de las extravagancias de su padre, contestó: “Conmigo no cuentes, que yo me voy esta tarde con mis amigos”. Su hermano mayor, que ya tenía más juicio, le aconsejó que no discutiera y que considerara todo aquello, simplemente, como parte de la idiosincracia idiosincrasia [10] de su progenitor.

[1] Por miedo a formas populares como acabao, mojao, etc., hay quien dice bacalado, Estanislado, etc.

[2] Por no incurrir en faltas de ortografía como esplanada podemos acabar introduciendo alguna equis indebida delante de alguna consonante.

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[3] Algunos hablantes pronuncian las terminaciones -cción como si fueran simplemente -ción (reacción > reación). Por eso mismo pueden caer en la ultracorrección contraria, que consiste en añadir ces incorrectas en palabras como deflación, inflación, etc.

[4] Esto es un tipo de ultracorrección ortográfica que afecta sobre todo a quienes sesean, que por inseguridad pueden introducir ces allí donde no las hay.

[5] ¡Ay, espúreo! Cómo nos hace sufrir esta palabra.

[6] Quien no domina las reglas de uso de la diéresis tiene muchas posibilidades de acabar escribiéndola donde no debe.

[7] Quien ha sido corregido alguna vez por decir cutanio en lugar de cutáneotiatro en vez de teatro puede convertir los geranios en geráneos.

[8] El laísta corregido suele acabar exagerando con el uso de le y, por tanto, incurriendo en leísmo.

[9] En este caso intervienen dos factores. Por un lado, muchos hablantes no saben formar el imperativo de vosotros y, por otro lado, les persigue el miedo a formas como comío (comido) leío (leído), etc.

[10] Si tenemos democracia, diplomacia, etc., ¿por qué no va a ser idiosincracia? Los hablantes seseantes tienen especial propensión a caer en este uso ultracorrecto.